lunes, 17 de octubre de 2011

El efecto de prohibir ciertos alimentos


La prohibición de consumir cualquier alimento cuando se sigue una dieta terapéutica implica el efecto contrario: un mayor deseo por comerlo. Es una práctica errónea y nada justificada que todavía se asocia a muchas dietas de adelgazamiento mal planteadas. Expertos en psicología y comportamiento alimentario y dietistas aseguran que, cuando se sigue una dieta hipocalórica para perder peso, conviene dejar margen para los alimentos preferidos. Las pequeñas concesiones, entendidas como un extra que se ha de comer en pequeña cantidad (la justa para que no haya ansiedad por el alimento preferido), son claves para el equilibrio y el bienestar emocional. Esta permisividad redunda en una mayor fidelidad y afianzamiento para seguir cualquier planteamiento dietético.

Las conductas compensatorias que proponen muchas dietas para perder peso, como ayunar, no cenar o cenar sólo fruta, restringir mucho la ingesta de unos alimentos o privar el consumo de otros desemboca, casi con toda seguridad, en un descontrol alimentario. La "deprivación hedónica", como se denomina en el ámbito clínico a la prohibición de los alimentos preferidos, provoca el anhelo continuo o repetido por comer esos alimentos. Además, aumenta la ansiedad de la persona, que ve todavía más limitaciones en su dieta y desea con fervor que llegue el día en que no tenga que seguirla para darse el capricho de comer los alimentos con los que se ha reprimido durante tanto tiempo.

La Asociación Americana de Dietética ya advirtió en 2006 en un comunicado de que ciertas características comunes a muchas dietas de adelgazamiento hacen dudar de su eficacia, seguridad y rigurosidad. Una de las advertencias se refiere al hecho de que la dieta implique listas de alimentos permitidos (buenos) y no permitidos (malos o prohibidos). Los psicólogos clínicos aseguran que si se evitan las tentaciones alimentarias mediante la prohibición, "la persona nunca, o rara vez, sentirá un conflicto de autocontrol". Esto significa que "cuando aparezca una tentación, como ocurre de forma inevitable en muchos momentos de la vida, la persona no tendrá la fuerza de voluntad para resistirla". Es un primer paso para que se generen conductas extremas como el atracón para calmar los nervios u otros trastornos de la conducta alimentaria.

Para conseguir adelgazar con éxito no se debe prohibir el consumo de ningún alimento, ni siquiera los más calóricos. Sí se ha de explicar al paciente que su consumo es superfluo e innecesario y que el beneficio no va más allá del gusto momentáneo y pasajero. La clave está en diferenciar entre privación total y moderación en el consumo, y en dar alternativas y sugerencias para aligerar en azúcares, grasas y calorías los alimentos, las recetas y los platos que más gustan.


Valor hedónico y vínculo emocional
Ciertos alimentos tienen un fuerte valor simbólico para la persona. Por ello, su privación total, aunque sea temporal, puede alterar su equilibrio emocional y aumentar tanto su ansiedad, que la persona se siente incapaz de seguir la dieta terapéutica, según explica el psicólogo clínico Esteban Cañamares en su libro "¿Por qué no puedo adelgazar? Causas psicológicas de la obesidad". Todos los individuos sienten más tentación por un alimento o un plato, que asocian con momentos de mayor placer, satisfacción, cuidado, cariño o amor en su vida. Desde las albóndigas con patatas fritas de la madre, hasta las croquetas de la suegra o el arroz con leche especial de la abuela...

Según relata el experto tras su larga experiencia en el tratamiento psicológico de personas obesas, son alimentos con una gran carga simbólica que pueden responder a situaciones o cambios vitales importantes: el alimento se preparaba en exclusiva para la persona, tiene un vínculo estrecho desde la perspectiva de los afectos y el estado de ánimo, su consumo se recibía como premio, su elaboración se reservaba para ocasiones especiales, etc.

El profesional sanitario debe explicar al paciente que los alimentos preferidos tienen cabida en las dietas de adelgazamiento. La clave está en comprender que su consumo, moderado y puntual, le ayudará a no sentirse culpable cuando lo come y le calmará esa ansiedad y apetencia exagerada y continua, sin que aumenten de forma sustancial las calorías de su dieta.


Fuentewww.consumer.es

viernes, 14 de octubre de 2011

Demasiada azúcar en la dieta: consecuencias


El consumo elevado de productos endulzados con fructosa favorece los depósitos de grasa en el hígado y altera los lípidos sanguíneos
La fructosa es el azúcar natural más dulce. Se localiza de forma natural en las frutas y en el sirope de maíz, que en un 55% es fructosa y que se emplea sobre todo como ingrediente edulcorante en alimentos procesados (bebidas azucaradas, bollería, cereales del desayuno o galletas, entre otros). Hace unas décadas, la fructosa estaba presente en la dieta de forma muy minoritaria, ya que solo procedía del consumo de fruta y de algunas hortalizas. En Estados Unidos, a principios del siglo XX se consumía una media de 15 g/día de este azúcar. Hoy en día, esta cantidad se ha multiplicado por cuatro o cinco, debido a su omnipresencia en productos endulzados con fructosa. Algunos estudios indican que alrededor del 10% de la ingesta energética diaria proviene de la fructosa.
El daño hepático y coronario que causaría un consumo excesivo de fructosa se explica por la manera en que se metaboliza en el organismo, según ha publicado la Escuela de Medicina de Harvard. Las células del hígado son las únicas capaces de metabolizar la fructosa. Como consecuencia de este proceso, se sintetiza grasa, que se puede acumular en este órgano hasta llegar a formar el denominado "hígado graso no alcohólico". Se calcula que alrededor del 30% de los adultos de países ricos están afectados por este trastorno. Esta cifra alcanza entre el 70% y el 90% en personas que sufren obesidad o diabetes.
Esta enfermedad hepática puede discurrir sin síntomas ni complicaciones, aunque en ocasiones la grasa acumulada puede causar inflamación y fibrosis en dicho órgano y comprometer, en estados avanzados, su normal funcionamiento. La buena noticia es que el hígado graso no alcohólico, sobre todo en los estados iniciales, es reversible. La disminución del consumo de azúcares sencillos (azúcar de mesa, ya sea blanco o moreno, miel, pasteles, bollería o bebidas azucaradas, entre otros) y, en especial, de fructosa, sería beneficioso para la prevención de este trastorno y también para su tratamiento.

Efectos del exceso de fructosa
Cuando la ingesta de azúcares simples es alta, aumentan los triglicéridos y el colesterol malo
El metabolismo hepático de la fructosa tiene efectos más allá de los descritos. Hay evidencias que sugieren que seguir una dieta alta en azúcares simples, en especial de fructosa, provoca cambios poco saludables en los niveles de lípidos en sangre. Cuando la ingesta de estos azúcares es excesiva, algo habitual, aumentan los triglicéridos y el colesterol LDL (el "malo") en sangre. Pero esto no es todo, porque también facilita la acumulación de grasa alrededor de vísceras como el corazón e incrementa la presión arterial, razones que explican el aumento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Estudios epidemiológicos recientes evidencian la relación entre ingestas elevadas de fructosa con una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades coronarias y de mortalidad por esta causa.

Recomendaciones dietéticas
A la espera de más estudios clínicos que diluciden las causas concretas de estos hallazgos, parece sensato recomendar una disminución del consumo de azúcares simples y, en especial, de fructosa. Eso sí, no a costa de frutafresca, que aporta múltiples beneficios nutricionales y supone una fuente poco importante de fructosa. Conviene recordar que los alimentos que más contribuyen a su ingesta son los productos dulces procesados.
Los mismos consejos que da la Asociación Americana del Corazón para evitar la ganancia de peso corporal y la alteración de los perfiles lipídicos sanguíneos son válidos para proteger el hígado y las arterias de los daños de la fructosa: limitar las bebidas azucaradas, pasteles y bollería, postres dulces, galletas y la mayoría de cereales del desayuno, entre otros.

OTRAS CONSIDERACIONES
Es cierto que la fructosa goza de una respuesta glucémica pospandrial menor, es decir, en comparación con otros azúcares como la sacarosa o la glucosa, provoca un aumento de azúcar en sangre más moderado tras su consumo. Este hecho, que podría verse como una ventaja para las personas que padecen diabetes mellitus, no lo es en absoluto. Tanto la Asociación Americana de Diabetes como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) alertan de que ingestas elevadas de fructosa pueden conducir a complicaciones metabólicas como dislipemia, resistencia a la insulina y un aumento de las reservas de grasa en los órganos.
Por ello, conviene que las personas con esta enfermedad no abusen de productos etiquetados como "aptos para diabéticos" o "sin azúcar", ya que pueden contener fructosa en sustitución del azúcar común. La educación alimentaria del paciente con diabetes y el hábito de leer el etiquetado son las mejores armas para evitar consumir alimentos poco recomendables para estas personas.


fuente: BBC Mundo

martes, 11 de octubre de 2011

Alimentos light y otros no tanto...


Mientras algunos son reducidos en grasas y calorías, los hay sin diferencias significativas.
Si usted se propone bajar de peso o simplemente desea mejorar la calidad nutricional de los alimentos que consume, puede optar por utilizar ciertos productos light. Muchos de ellos ofrecen una cantidad realmente disminuida de calorías y grasas sin modificar sustancialmente el sabor ni la textura: no cuesta nada y los beneficios son altos.
Sin embargo, en algunos alimentos rotulados como light, la reducción de grasas y calorías resulta tan poco significativaque puede dar lugar a confusiones y hasta generar un efecto contrario si se consumen creyendo que se está haciendo un gran ahorro.
¿Cómo distinguir esta diferencia? Vea los datos que siguen y revise los datos que figuran en las etiquetas antes de comprar.

Producto común y versión light

Calorías
Grasas (g)
Yogur entero (1 pote)
160
5
Yogur descremado (1 pote)
75
0,1
Queso port salut (100 g)
305
24
Queso port salut light (100 g)
215
12
Mayonesa
(1 cucharada postre)
70
7
Mayonesa light
(1 cucharada postre)
30
3
Salchicha (1 unidad)
95
8
Salchicha light (1 unidad)
45
2
Duraznos en almíbar (100 g)
75
-
Duraznos en almíbar light (100 g)
25
-
Dulce de leche (100 g)
305
6
Dulce de leche light (100 g)
205
-
Helado de crema (100 g)
185
7
Helado de crema light (100 g)
85
2

Cuidado: versiones no tan light

Calorías
Grasas (g)
Galletitas de agua (1 unidad)
22
0,8
Galletitas de agua light (1 unidad)
20
0,5
Tostadas clásicas (1 unidad)
25
0,4
Tostadas light (1 unidad)
23
0,4
Bizcochos de grasa (1 unidad)
25
1,3
Bizcochos de grasa light (1 unidad)
22
0,7
Azúcar (100 g)
400
-
Azúcar light (100 g)
400
(con edulcorante
agregado)
-



lunes, 3 de octubre de 2011

El problema con las dietas

Se nos dice que si comemos menos perderemos peso, y que cuanto menos comamos más delgados estaremos.
Esto, sin embargo, casi nunca se logra y, si se logra, lo más probable es volver a subir de peso al poco tiempo.
Ahora una nueva investigación dice haber descubierto la razón de por qué no perdemos el peso deseado y por qué volvemos a engordar cuando ya lo hemos perdido.
Según la investigación publicada en The Lancet, el problema es que tenemos expectativas equivocadas de lo que una dieta puede lograr.
Y esto no es nuestra culpa, dicen, sino de la asesoría incorrecta que recibimos.
La mayoría de la gente comienza una dieta con la noción que de comenzará a ver resultados rápidamente.
Se nos dice que por cada 500 calorías que reducimos de nuestro consumo diario, o que quemamos ejercitándonos, podemos perder 0,5 kilos de peso cada semana.
Esa al menos es la asesoría que dan los nutricionistas tanto en Estados Unidos como el Reino Unido. Y dicen que si seguimos este régimen durante al menos 12 meses habremos perdido unos 26 kilos.
Pero ahora, el doctor Kevin Hall y su equipo de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos afirman que este cálculo está equivocado. Éste, dice el científico, es un consejo sumamente exagerado.
Según el investigador toma mucho más tiempo perder esa cantidad de peso: unos tres años.
Por ejemplo, explica, un año de dieta resultará en sólo la mitad de la cantidad de peso corporal que actualmente se calcula.
Esto explica por qué mucha gente se da por vencida a los pocos meses de hacer dieta al ver que no está obteniendo los resultados deseados.
Creencias incorrectas
Estudios pasados sobre programas para perder peso muestran que la mayoría de los que hacen dieta pierden su peso máximo a los seis meses y poco después comienzan a aumentar de peso.
Se cree, incorrectamente, que el organismo se acostumbra a vivir con menos energía y disminuye su metabolismo.
Entonces la persona siente que el régimen no está funcionando y se da por vencida.
Por otra parte, si la persona ve que pierde peso rápidamente en los primeros meses se siente tan satisfecha de su logro que comienza a relajarse y a comer más.
Como la pérdida de peso es un proceso lento, existe un lapso en el que el peso continúa disminuyendo incluso cuando la persona comienza a comer más.
Entonces concluye, de forma incorrecta, que ya no necesita ser tan estricta con su alimentación para perder peso.
Eventualmente, sin embargo, el peso comienza a aumentar y llega un momento en que la persona llega a pesar más que cuando comenzó la dieta.
"La lenta escala de tiempo que ocurre con el cambio de peso corporal es responsable de que volvamos a aumentar de peso gradualmente durante varios años, a pesar de haber regresado a nuestro estilo de vida original después del primer año" explica el doctor Hall.

"Los estudios muestran que entre 50 y 80% de los que hacen dieta vuelven a subir de peso".
El investigador señala que es necesario que los profesionales de nutrición cambien las recomendaciones que dan a la gente que hace dieta para que no caigan en esta trampa.
"Si damos a la gente un panorama realista podremos darle información que les ayude a llevar a cabo sus elecciones" dice el experto.
El investigador afirma que el cálculo de "500 calorías al día" está equivocado porque no toma en cuenta los cambios que ocurren en el metabolismo cuando hacemos dieta.
Para calcular esos cambios el doctor Hall creó un programa de computación que, dice, ofrece un pronóstico más real y confiable de la pérdida de peso.
Sus cálculos reflejan el hecho de que una persona puede perder peso más rápido o más lento que otra, incluso cuando ambas comen la misma cantidad de alimentos y llevan a cabo el mismo ejercicio.
"Una fórmula simplificada es 10 calorías por día por cada 0,5 kilos a la semana" dice el investigador.
"Y tomará un año perder la mitad del exceso de peso que tiene una persona y tres años perder el 95% de ese exceso".
Y no hay que olvidar, dice el científico, que la base de una dieta es la fuerza de voluntad.
No existe una fórmula rápida para perder peso. Si queremos que funcione una dieta necesitamos ceñirnos a ella, afirma el investigador.


Fuente: BBC Salud