martes, 15 de febrero de 2011

Por que algunas personas engordan y otras no?

¿Conspiración de genes, comida y sedentarismo?

Por qué algunas personas engordan y otras no
El mecanismo natural que regula la grasa del cuerpo a veces se altera por razones genéticas, sumadas a una cultura que promueve comer alimentos ricos en grasas y azúcares, y cada vez menos movimiento.
La obesidad es una enfermedad que se caracteriza por la excesiva acumulación de grasa en el cuerpo. Durante años se la consideró principalmente un problema estético. Sin embargo, hoy está demostrado que el sobrepeso se relaciona directamente con el desarrollo de otros problemas de salud -clínicos, psicológicos y sociales-, y genera una disminución de la calidad de vida.

La mala alimentación y el sedentarismo cobran en nuestro país unas treinta mil vidas al año: resultan la segunda causa de muerte prevenible después del cigarrillo. Pese a todo, la obesidad es prácticamente ignorada como enfermedad, los obesos son discriminados y su cobertura de salud generalmente no la reconoce. De esta manera, las personas gordas se encuentran atrapadas en un círculo vicioso del cual les resulta muy difícil escapar.


¿Cuáles son las causas de la obesidad?

Todos los organismos tienden a mantener un equilibrio. Las personas respiramos 16 veces por minuto, tenemos alrededor de cuatro millones y medio de glóbulos rojos, unos 7000 u 8000 glóbulos blancos, una temperatura corporal de 37 grados. Este equilibrio se llama homeostasis y funciona también para la grasa. En el caso de la obesidad está alterado.

La grasa del cuerpo produce leptina, un mensajero químico descubierto no hace mucho que envía señales al área del cerebro llamada hipotálamo. Cada vez que las células de grasa se llenan, después de la comida, la leptina da aviso y el hipotálamo genera neuropéptidos Y, encargados de regular el apetito, el metabolismo y el movimiento.

En algunas personas se altera este mecanismo y el cuerpo genera grasa en exceso. ¿Por qué? Es el resultado de ciertos factores genéticos sumados a una cultura que promueve las condiciones para que esa genética se cristalice: variedad y oportunidad para comer alimentos ricos en grasas y azúcares refinados, y cada vez menos movimiento.

La heladera, el microondas, el freezer, el supermercado, la comida tercerizada, la publicidad, el consumismo, el lavarropas, la multiprocesadora, el ascensor, el auto, la televisión, la computadora... hicieron que en treinta años haya cada vez más personas gordas y que, además, sean más voluminosas que antes.

Por si esto fuera poco, en la persona que engorda se produce una adaptación a su gordura. Se mueve, compra, comparte, se viste, se relaciona y hasta protesta como gordo. Se desarrollan los músculos de las piernas y la espalda para soportar el peso, crecen casi todos los órganos para responder a la demanda, y hasta los huesos se vuelven más sólidos.

A medida que las personas se van alejando de su peso se van pareciendo cada vez menos a sí mismos y más a otras personas con su mismo sobrepeso. No sólo por lo que hacen, sino por todo lo que han ido dejando de hacer.

¿Una conspiración?
Genes traviesos, comida en lugares que hasta hace poco nadie hubiera imaginado, sedentarismo debido a la creciente disponibilidad de dinero, una industria del adelgazamiento que contribuye a confundir a los pacientes con salidas no efectivas, médicos que prescriben pastillas ineficaces y/o peligrosas, y autoridades que no terminan de reconocer que la obesidad es una de las grandes epidemias de este fin de siglo, como indica la Organización de la Salud (OMS). ¡Es casi una conspiración! No es voluntaria, pero es igualmente muy efectiva.
¿Es una situación inmanejable?
No. El hiperobeso tiene tendencia a la hipertensión; el diabético, a que le suba el azúcar en sangre; al enfermo de gota le sube el ácido úrico. Y ocurre así con varias enfermedades crónicas que pueden ser controladas. Para eso hay que luchar contra la tendencia del cuerpo.

El obeso cuenta con una tendencia biológica a engordar que puede ser equilibrada por la motivación y la decisión. Si adelgaza y practica vivir con menos peso, con el tiempo su cuerpo genera un mecanismo de adaptación al nuevo peso, a los nuevos hábitos y la nueva forma de vida. Esto hace más fácil su mantenimiento, siempre teniendo presente que la tendencia biológica no desaparece, sólo descansa, y puede despertar en cualquier momento.

La obesidad es:
Una enfermedad crónica.
Que evoluciona por “brotes”.
Que tiene en su componente físico el elemento más importante.

En los últimos años se ha avanzado sistemáticamente en el conocimiento de este componente físico. Se identificaron genes vinculados a la obesidad, se aislaron sustancias que funcionan como mensajeros entre el tejido adiposo y un sector del cerebro llamado hipotálamo. Estos mensajeros dan al cerebro información permanentemente sobre las reservas de tejido adiposo, y este, a través de otras sustancias actúa sobre los centros del apetito, del movimiento y del metabolismo.

El adipostato

Cada organismo tiene su peso “marcado” en un “adipostato” interno. Este es el encargado de mantener a la persona en un determinado peso. Si la persona adelgaza, el adipostato registra el cambio y durante un tiempo insiste en enviar señales con el objeto de recuperar el peso perdido. Por eso existe la tendencia a la recaída en esta enfermedad. Para controlarla hacen falta controles periódicos y continuados con el fin de consolidar los cambios y mantener el nuevo peso.

Por ejemplo, una persona que no tiene tendencia a engordar puede pesar a los 70 años aproximadamente lo mismo que pesaba a los 20, quizás con una variación de unos 4 ó 5 kilos, a pesar de haber comido, en ese lapso, alrededor de cinco toneladas de comida cada 10 años... El cuerpo mantuvo el peso en determinada cantidad de kilos. Es decir, conserva el 25% de grasa corporal que tiene habitualmente la mujer, o el 18 a 20% aproximadamente de grasa que puede tener un hombre.


¿Cómo regula el hipotálamo la cantidad de grasa?


La grasa está distribuida por todo el organismo, es un tejido que funciona como un órgano de secreción interna y como tal cumple muchísimas funciones. En el caso de la mujer, por ejemplo, tiene la función importantísima de producir hormonas. La grasa, en este caso, funciona casi como un tercer ovario. Su exceso puede aumentar las probabilidades de tener cáncer de útero, mama, ovario, tipos de tumores que dependen de las hormonas.

Del mismo modo que la grasa produce hormonas femeninas también produce una sustancia llamada leptina. Esta hormona es la que le informa al hipotálamo como están los depósitos de grasa corporal. Si aumentaron porque la persona comió mucho, se fue de vacaciones, fue a fiestas, asados, o comió sin parar durante el fin de semana. La grasa corporal envía mayor cantidad de leptina al hipotálamo, porque hay más grasa para su producción. En esta situación el hipotálamo entiende que tiene que parar de incorporar energía. ¿Qué hace?

baja el apetito
aumenta el nivel de movimiento (hace que el cuerpo se mueva un poco más).

¿Qué sucede entonces con la persona que no tiene tendencia a engordar? No se da cuenta: come desde el jueves hasta el domingo sin cuidarse y después, sin advertirlo, el lunes y martes se acomoda, come menos. La grasa le indicó al hipotálamo cómo tenía que funcionar.

¿Qué ocurre en el caso del obeso? Por alguna razón, que se desconoce todavía, la grasa produce leptina, pero:

puede ser que sea una leptina de menor calidad
quizás la atacan anticuerpos en algún momento de su circulación
tal vez llega al hipotálamo y éste es insensible a su mensaje, no lo interpreta.

Se podría decir que el hipotálamo está adormecido. No significa que en el caso del obeso haya poca leptina, sino que puede tener mucha, pero el hipotálamo no reacciona. Dado que el mensaje de la leptina no le llega al hipotálamo, éste cree que hay poca grasa y puede enviar instrucciones como:

hay que comer más, o
hay que ahorrar energía, o
no hay que quemar tanto, o
hay que moverse un poco menos.

Es entonces que se desarrolla la obesidad.

¿Por qué falla el hipotálamo?

Se cree que entre un 40 y 60% de los casos esta deficiencia depende de una causa genética. En algunos casos se puede considerar hereditaria, cuando hay padre, madre, o abuelos obesos. Pero cuando toda la familia es delgada, tal vez hubo alguna alteración genética. Sobre ese gen alterado actúan, además:

una alimentación rica en grasas,
una alimentación rica en azúcares.

Como el gen no está preparado para esta situación, y hay una predisposición, se expresa el sobrepeso. Influyen también sobre el hipotálamo:

las emociones
el estrés
el sedentarismo.

Todos estos factores, actuando sobre un hipotálamo sensible, sumados la grasa y el azúcar, producen la gordura. Esto no significa que el adipostato se haya roto, ya que la persona no engorda hasta llegar a cualquier peso, podría decirse que está parcialmente defectuoso y hace que aumente 10, 20, 40, 80 ó 100 kilos. Los obesos no engordan indefinidamente. En este sentido, la obesidad funciona con un modelo casi matemático: si no hay una decisión del paciente el peso tiende a ubicarse “naturalmente” en un valor alto y mantenerse casi sin modificaciones.

Cuando la persona pone:

toda su buena voluntad
usa todos los instrumentos o recursos
pide ayuda
refuerza y trabaja sobre su imagen corporal
anota lo que come para evitar olvidos y lleva un registro cuidadoso

está haciendo un gran esfuerzo para contrarrestar su mandato biológico, que es engordar. Lamentablemente, es una lucha para toda la vida, hasta que se descubran terapias génicas para estos temas.

Existe un mandato biológico: "serás un obeso de ... (tantos) kilos". Como contrapartida de este mandato está la decisión, que puede neutralizar y vencer a ese mandato biológico si se la mantiene en forma sostenida y se busca la ayuda necesaria. 

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